sábado, 30 de abril de 2011

Harold and Maude de Hal Ashby

Cuando la música es la gran protagonista
La vida y la muerte en clave de comedia negra o cuántas veces debemos morir para empezar a vivir.
por Patricia Bottero


"La coherencia no es una característica humana"
Maude


"Todos tenemos el derecho de ponernos en ridículo"
Maude


"If you want to be free, be free"
Cat Stevens


"Harold: Te amo.
Maude: Eso es maravilloso. Ve y ama todavía más."
     
      
       
        Es poco probable, cuando la historia que se quiere contar es tan potente y original, que la música alcance tal protagonismo. Harold y Maude de Hal Ashby,  película del año 1971, lo logra  convirtiéndose en parte entrañable e imprescindible del relato.
      Las hermosas canciones compuestas e interpretadas por Cat Stevens, inmortalizado por su "Father and Son", conforman la banda sonora  del film. Dos temas fueron compuestos por él especialmente para la película “Don’t Be Shy" y “If You Want to Sing Out, Sing Out”, los mismo darán inico y cierre a la cinta respectivamente, siendo el último además su leitmotiv.
      Desde los créditos vemos a  Harold, un joven millonario de 19 años, jugando al suicidio y a su egocéntrica madre aceptando partícipe el juego, mientras escuchamos “Don’t Be Shy".
      El tratamiento con su psicoanalista, a quien le dirá que su afición es asistir a  entierros y la clase de "patriotismo"  que le dará su tío militar Víctor,  son algunas de las instancias a las que recurrirá su madre, usuaria incansable de múltiples  pelucas, para "corregir" a su hijo.

      En la escena de la compra del auto usado escuchamos "On the Road to Find Out". Mientras vemos a Harold asistiendo al entierro de un desconocido escuchamos "I whish, I wish". Aquí toma contacto visual por primera vez con Maude, una mujer anarquista, quien ha estado en un campo de concentración y con sus 79 años de edad es poseedora de una vitalidad desbordante. Luego, tomarán contacto verbal adentro de una Iglesia, lo cual no es un dato menor, en relación al desenlace de la historia. Ella  será su compañera desde ese momento. Harold está atrapado. Maude es un esprítu libre. Ambos comparten la afición por los entierros. La muerte los ha tatuado para siempre, pero morir , sabemos, no está en la esencia del amor. Su relación es la temática central a desarrollarse. Cat Stevens los guía decodificando emociones y llenando de poesía el universo creado por Ashby.
      Seguidamente en la escena del próximo suicidio simulado y compartido por su madre en la piscina, escuchamos la música de  Tchaikovsky con el concierto de piano Nº 1 que le brinda toda la potencia necesaria al momento.
      La solución que implementará la madre ahora será la del casamiento. Para encontrarle candidata, ella llenará un formulario en una memorable escena seguida del tema "Miles from Nowhere".
      Una mirada de complicidad a la cámara con el espectador, la implícita relación sexual entre los protagonistas mientras escuchamos "I Think I See the Light", sumada a otras sorpresitas, la convierten en una película adelantada a su época.


     La escena de las margaritas y el cementerio, de impactante fotografía viene acompañada del tema "Where do the childen play?". A Harold le gustaría ser igual a todos, Maude le mostrará la belleza de ser diferente.
      La escultura en madera de la vagina  de la casa de Maude por donde Harold posará la cabeza,  símbolo del renacer a su lado a una vida llena de aromas, sabores, texturas,  música (ambos cantarán al piano “If You Want to Sing Out, Sing Out”) , y bailes (ellos bailarán juntos el vals "Danubio azul" de Johann Strauss) irán configurando esta particular relación desbordante de vida.
      Sobre el excelente final escuchamos "Trouble", canción compuesta por Cat Stevens en 1968, cuando estuvo internado más de un año al borde de la muerte por tuberculosis, en la que canta "Trouble, trouble  go away.  I have seen your face and it´s too much for me today..." (Problema, problema aléjate de mi. He visto tu rostro y hoy es demasiado para mí...)
      Una banda sonora inolvidable para una película diferente, plagada de humor negro que vale la pena  ver para compartir el renacer de Harold, disfrutar de la música de Cat Stevens, recordar su leitmotiv "..If you want to sing out , sing out. If you want to be free, be free..." y las frases de Maude hechas a la medida de Harold: "¡Vive!" y "!Deja que la música salga de ti!"

viernes, 22 de abril de 2011

El héroe del Monte Dos Hermanas de Rodrigo Vila

El camino de la redención.
por Patricia Bottero
"Los héroes son los que quedaron allá"
Omar Poltronieri


     

       Con una fotografía deslumbrante de las islas Malvinas  y de la provincia de Entre Ríos, una música envolvente, dramatizaciones de situaciones de guerra y de traumas post guerra en dibujos en blanco y negro; este documental clásico en su estructura, pero atípico en relación a la temática que narra, cuenta la historia de Omar Poltronieri, ex combatiente de Malvinas,  único soldado en la historia argentina en recibir la cruz " La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate" por parte del Ejército .  La fundamentación para tal reconocimiento fue por: “Constituirse durante toda la campaña en ejemplo permanente de sus camaradas, por su espíritu de lucha, sencillez y arrojo, ofreciéndose como voluntario para misiones riesgosas. En combates desarrollados en las zonas de los Montes Dos Hermanas y Tumbledown, eficazmente con una ametralladora, deteniendo ataques enemigos. Fue siempre el último en replegarse, resultando sobrepasado en ocasiones por los ingleses. Dos veces se lo tuvo por muerto, pero logró reunirse con su sección y siguió combatiendo con igual decisión y eficacia”; y su regreso a las islas después de 28 años.
       Omar camina por el desolado paisaje de las islas en busca de redención, recuerda los lugares, busca su posición, su arma enterrada en algún lugar aún fresco en su memoria, visita a sus compañeros en el cementerio argentino de Darwin, el Monumento a los caídos y reza en el altar. 
      Intercalados, sus encuentros con el ex-combatiente, oficial británico Mark Curtis, quien dirá     "Hay más muertes por suicidio después de una guerra que la cantidad de muertos en combate". Ellos mantienen una relación que sólo conoce de perdones. También se muestran los testimonios invaluables de otros héroes de Malvinas y de sus padres.
      La inocencia y la sabiduría de Omar están presentes en el relato de un hombre que destacándose en la guerra parece sólo conocer de paz. El viento en las islas no deja de soplar incansable.
      Héroe es el antónimo de cobarde nos dice la Real Academia Española. Su definición menciona varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes. Omar cuenta como terminó vendiendo calcomanías y almanaques en el transporte público para sobrevivir después de la guerra. La historia de tantos otros.
    

El documental ganó el premio "El camino de los héroes" del Bicentenario

El Héroe de José Hierro

Oí latir el corazón del mar
unido al de otras músicas -el vals, la polka, el tango,
el chárleston, el pasodoble, la rumba, el twist, el mádison-,
lo eterno y la que pasa, mano a mano.
La vida. El mar. Y las ciudades: hermosa Viena,
desasosegadora Nueva York,
pasando por París y por Madrid.
Músicas muertas en los tocadiscos
de los muchachos, como antaño en pianolas y organillos.
Música viva, como un mar que transcurre para los soñadores
-Bach, Schumann, Brahms o Debussy-;
señales de otras músicas futuras, de otras vidas,
de otros tiempos -Boulez, Berio, Stockhausen, Luis de Pablo-,
viejos probablemente cuando leáis estas palabras
viejas también, que ahora arrojo al olvido.
Entonces lo vi allí, al héroe, indiferente,
con su uniforme de guardarropía,
anacrónico. El pecho cubierto de medallas y de nobles cintajos,
maravillas de seda y cobre.
Vi al héroe, descansando sobre el banco de piedra.
Los jóvenes que pasan, navegan por la música.
Otros, ya con arrugas, oyen el canto de las olas.
Yo sólo, aquí, entre ellos, el más viejo de todos,
oigo música y mar al mismo tiempo. Es la armonía
de quien nació y ha muerto muchas veces.
No es frecuente que sea así, pero sucede, como ahora:
de súbito se encienden mar y música;
estallan tiempo, espacio, fuera y dentro;
giran deslumbradores vida de ayer y sangre fresca:
es como un huracán irresistible.
Es como un fuego. Yo iba andando
con la felicidad de adentro
y la felicidad de afuera,
suma de aquella humanidad entre la que pasaba.
Y vi al hombre: «Qué harás aquí -le dije-,
descorazonadora criatura,
carcomiendo la plenitud. Qué se habrá muerto
dentro de ti».
Y yo, que oía
todos los sones, sólo oí el silencio, su silencio,
el silencio del héroe,
sordo al mar, a la música, a sus recuerdos y proyectos.
Nueve décimas partes de su vida
debieron de pasar sin acercarse al mar,
sin sospechar siquiera qué paciencia salada,
qué artesanía de olas y de días
son necesarias para producirse
el prodigio de un árbol de coral,
la fantasía helicoidal de un caracol.
Era un héroe deshabitado, sin corona de roble
que le ciña de días gloriosos.
Despojad un instante a esta palabra
-héroe- de tantas adherencias literarias. Borrad
las iconografías consabidas:
Grecia y piedra rosada, cara al mar,
héroes ecuestres del Renacimiento…
Era otra cosa el hombre que yo vi.
Nació en alguna aldea del interior de España-
La piel endurecida, impasibles los ojos
que nada vieron nunca si no fue la llanura
circundada de encinas, donde nació y vivió.
(Donde vivió esperando
su tren de muerte, como yo ahora espero,
mientras nerviosamente escribo estos recuerdos,
al tren que ha de llegar a Medina del Campo
casi al amanecer. Estos sucesos
ocurrieron lejos de aquí, y en mí vivían
solicitando forma, para no ser pura nostalgia.
Sólo esta noche pude hallarles la palabra.)
Allí vivió veinte años. Un día, le hizo hombre
la guerra: le dio fe, lejanías y llamas.
Llegó hasta el mar; el mar le hizo sentirse libre;
mojó en el mar su cuerpo,
conquistó tierras, hizo prisioneros,
bebió vino de muerte, sintió tristeza y sintió ira;
tal vez fuera marcado por la metralla. Estuvo vivo
como nunca lo estuvo ni volvería a estarlo.
Dio razón y entusiasmo a su vida:
se la jugó con alegría a una carta tapada.
Luego, volvió a su pueblo a ensartar días y cosechas,
a dorar con melancolías
su estatua coronada de olas.
Y he aquí que al cabo de los años
llega otra vez junto al mar luminoso.
Donde dejó entusiasmo, vida y fe,
ha encontrado el silencio,
el mismo de las eras de su aldea,
mas ya sin esperanza.
Ha desfilado entre banderas, entre cánticos;
resucitaron las palabras en la garganta joven;
ha bebido el vino de antaño
y paseado su embriaguez gloriosa.
Desde las doce a la una y media
ha durado el desfile de estos supervivientes,
nostálgicos representantes
de un drama, escrito hace quién sabe cuántos años.
Después de la comida y los discursos
cayó el telón. Y oyó el silencio de los espectadores.
Y el silencio del mar. Y el de su vida.
Dijeron: «A las nueve al autobús;
hay que llegar temprano a casa.»
Oyó el silencio de su vida.
Desconocido entre desconocidos,
anduvo por las calles, sin rumbo. Se sentó
enfrente de las olas. Volvió el naipe
y no había figura pintada en él. Y oyó el silencio.
¿Comprendéis? El nordeste cesa al atardecer.
Ya ni siquiera hace temblar la ropa de este hombre.
No le deja en la mano el aroma del arma
con que mató a la muerte hace ya tiempo.
Van los muchachos por su lado, destruyen
la muerte con la música, como ayer con la pólvora.
Destruyen con la música la vida.
Con la música crean un inmenso silencio.

Del “Libro de las alucinaciones” 1964

 
      Los últimos minutos del documental amalgaman al héroe de uniforme con medallas que camina solo por suelo isleño, con el hombre común que camina por su pueblo acompañado de su amigo Mark. 
      El momento cúlmine llegó al finalizar la proyección y los créditos. Las poco más de 10 personas que el pasado lunes veíamos la película en el cine Gaumont del barrio de Congreso de la Ciudad de Buenos Aires, nos quedamos en silencio, sin levantarnos de las butacas. De pronto, un emotivo y cálido aplauso llenó la sala. Los héroes que están acá y los que quedaron allá, desde algún lugar, parecían mirar sorprendidos,  acostumbrados a la falta de honores y de homenajes. Demasiada guerra. Demasiados muertos. Demasiada historia para ser contada en un documental que habla de tanta vida y por eso, no hay que dejar de ver.



martes, 12 de abril de 2011

L'avalée des avalés de Réjean Ducharme

El valle de los avasallados o La oscuridad de la esperanza.
por Patricia Bottero

" Cuando lo ojos se abrieron la verdad, la mentira, quién sabe, resplandecieron, la ilusión invadió al hombre, las peores alucinaciones comenzaron a bullir dentro de las profundas montañas de las tinieblas, dentro del cálido rincón de su dios."
                                                                            Réjean Ducharme/El valle de los avasallados

        No hay sensación comparable a encontrar en una novela todo el inmenso placer que promete su lectura, al conocer sólo un párrafo de ella:
     
     "Solo encuentro momentos verdaderamente felices en mi soledad. Mi soledad es mi palacio. Allí tengo mi cama, mi silla, mi viento y mi sol. Cuando estoy sentada fuera de mi soledad, estoy sentada en el exilio, estoy sentada en un país engañoso. Estoy orgullosa de mi palacio. Me entrego en cuerpo y alma por mantenerlo calmo, agradable y resplandeciente, como para recibir mariposas y aves. Si tuviera más orgullo aniquilaría con unos cuantos asesinatos a los que comprometen el bienestar de mi soledad, a los que hacen resoplar el odio en su chimenea, a los que cuelgan la tristeza de sus ventanas...Estoy sola. A veces me ausento de mi palacio. Los hay que entonces aprovechan para colarse. Tan pronto como regreso, los expulso. Cuando alguien entra en mi palacio, es porque he fallado en la vigilancia y  me  avergüenzo de ello..."

       Este fragmento pertenece a  la novela El valle de los avasallados del canadiense Réjean Ducharme , quien ganó con ella el Premio Prix du Governeur General en Canadá, a los 25 años, por su excelencia literaria. Su prosa, de un lirismo  incansable y  una sabiduría ancestral es cuidada al extremo en su exquisita forma. Es que el autor juega con las palabras, las mima, las acaricia, las seduce, las enamora, las inmortaliza y es su plena intención que lo sepamos.

       Este fragmento es también leído a la noche por Léolo, el héroe- niño de 8 años de edad, sentado en el piso con la luz de la puerta abierta de la heladera, en el film del maestro Jean-Claude Louzón.  Sin dudarlo, una voz  interior nos dice que el libro terminará en nuestras manos hasta ser devorado por completo. La tarea no es sencilla ya que no hay versiones en español, pero la esperanza no se pierde y pronto aparece una traducción de la original escrita en francés, editada por Ediciones Doctor Domaverso, una leyenda en su interior anunciará tristemente, cuando el tesoro finalmente llegue a nuestras manos gracias a un alma gemela y viajera: "Prohibida la venta en los países de Latinoamérica".
     
         Berenice es la heroína de esta historia, ella es ante todo una niña con una desborante vida interior, una niña de 11 años que llena de fantasmas y de traumas, nos encandilará con su oscura luz y su aguda visión, durante todo el relato. Un drama triste y a la vez lleno de amor que va más allá y se juega en llamar a las cosas por su nombre, los de ella, los nombres con los que Berenice nomina su mundo e ingresa en el nuestro para quedarse para siempre. Mientras Léolo en el final nos dice: " ...e iré a apoyar mi cabeza entre dos palabras dentro de "L`avalée des avalés".





Estela de madrugada de Ricardo Halac

En busca de un destino correcto. por Diego Sánchez y Solís @DiegoSyS   El Centro Cultural San Martín presenta la obra Estela de...