sábado, 7 de abril de 2012

El llanto del desierto.

A los bosques nativos...


Altivos los bosques
gemían consuelo.
Es que habían muerto
todos sus abuelos.

Incluso sus padres.
Incluso sus nietos.
Faltaba familia.
No había consuelo.

Ya no habría hijos,
ni sombra, ni besos.
No más corazones,
sólo cementerios.

Lloraba el quebracho,
lloraba “el abuelo”.
Se cubría el roble,
coyanco por medio.

Las almas mapuches     
no podían creerlo…
Lloraban en fila.
¡Newen, de los pueblos!


  Hoy las araucarias.
Ayer los cipreses.
Todos visten luto.
Nadie los detiene.

El palo rosado,
reza al palo santo.
El lapacho ateo,
reza del espanto.


Los pájaros cantan,
cantos gregorianos.
El perico monje,
el blues funerario.

El desierto llora,
la masacre verde.
Rugen hoy los cielos.
¡Es que hay, tantos muertos!

El sol deprimido
lidera el cortejo.
Lo escoltan calquines,
la luna y los cerros.


Un huinca impotente,
se une al cortejo.
Cansadas las piedras,
ruedan desde lejos.

Todos visten luto.
Es misa de viernes.
Llora el cultrún blanco.
Suena el réquiem verde.


Brisa a media asta.
Brazaletes negros.
Hoy todo es silencio.
Hoy todo es lóbrego.

Ayer bosque verde.
Hoy desierto negro.
Día de difuntos.
Día de tus muertos.


Patricia Bottero


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