A los bosques nativos...
gemían
consuelo.
Es que
habían muerto
todos sus
abuelos.
Incluso
sus padres.
Incluso
sus nietos.
Faltaba
familia.
No había
consuelo.
Ya no
habría hijos,
ni
sombra, ni besos.
No más corazones,
sólo
cementerios.
Lloraba
el quebracho,
lloraba
“el abuelo”.
Se cubría
el roble,
coyanco
por medio.
Las almas
mapuches
no podían
creerlo…
Lloraban
en fila.
¡Newen,
de los pueblos!
Ayer los
cipreses.
Todos
visten luto.
Nadie los
detiene.
El palo
rosado,
reza al
palo santo.
El
lapacho ateo,
reza del
espanto.
Los
pájaros cantan,
cantos
gregorianos.
El perico
monje,
el blues
funerario.
El
desierto llora,
la
masacre verde.
Rugen hoy
los cielos.
¡Es que
hay, tantos muertos!
El sol deprimido
lidera el
cortejo.
Lo
escoltan calquines,
la luna y
los cerros.
se une al
cortejo.
Cansadas
las piedras,
ruedan
desde lejos.
Todos
visten luto.
Es misa
de viernes.
Llora el
cultrún blanco.
Suena el
réquiem verde.
Brisa a
media asta.
Brazaletes
negros.
Hoy todo
es silencio.
Hoy todo
es lóbrego.
Ayer
bosque verde.
Hoy
desierto negro.
Día de
difuntos.
Día de
tus muertos.
Patricia Bottero
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